A propósito del indispensable cronista mexicano Carlos Monsiváis

También recientemente y lastimosamente falleció un gran escritor, Carlos Monsiváis, considerado el gran cronista de las últimas décadas en México y uno de sus intelectuales más críticos y populares, murió a los 72 años después de pasar varios meses hospitalizado.
Su voz y pensamiento crítico y afilado fue durante largos años omnipresente en los grandes medios de comunicación escritos y televisivos de México, lo que le convirtió en uno de los intelectuales más reconocidos y queridos de su país. Era un "grandísimo escritor que renovó el género del ensayo en México y porque no de Latinoamérica en general. Les comparto un texto muy interesante sobre como la globalización viene afectando a la lectura y a los libros, un texto que cae a pelo en nuestro país nada lejano de las padecimientos que describe Monsiváis líneas abajo.

por: Carlos Monsiváis:
En relación con la lectura en el siglo XXI latinoamericano, los agoreros podrían fallar y acertar a la vez. En conjunto se lee menos, y la lectura dista de ocupar el sitio real y mitológico de otro tiempo, donde las resonancias de los libros eran inmensas, así sólo la minoría leyera de modo regular. Ahora el costo de los libros los aleja con frecuencia de los estudiantes de la enseñanza pública (en el ámbito de la enseñanza privada, lo inaccesible suele provenir del desinterés, pues allí la posesión se valora muy por encima del conocimiento). Así mismo, no se dispone de un sistema de información bibliográfica que oriente y ahorre esfuerzos (más del 90% de los libros carecen de una recepción mínimamente adecuada); disminuye, por razones de la cultura de masas, el valor atribuido a la lectura; no procede, con la rapidez debida, la actualización tecnológica, y así sucesivamente.

¿Cómo afecta la globalización los procesos de lectura? Es muy pronto para decirlo y el asunto es de tal vastedad que sólo un insensato titularía una ponencia «Lectura y globalización». Sin embargo, aventuro un bosquejo del tema:

- Se perfeccionan o, si se quiere, se vuelven casi inapelables procesos ya advertibles desde hace décadas; el primero, el avasallamiento de las industrias culturales de Norteamérica, que en materia de lectura imponen (proponer sería un verbo de enorme modestia) dos grandes zonas del consumo: los bestsellers (a tal punto identificados con los viajes, que si uno está en casa de cualquier modo se abrocha el cinturón de seguridad) y la literatura de autoayuda o superación personal.

- Internet obliga a un mucho mayor ejercicio de la lectura, así sea fragmentaria y opuesta a las prácticas antiguas de concentración, y también distribuye un cúmulo informativo desconocido y abrumador. Por ejemplo, lo que hoy los interesados en el mundo entero conocen sobre Leonardo da Vinci, el Opus Dei, los templarios, las sectas católicas, etcétera, se debe al éxito de El código Da Vinci, que remite a internet.

- El lector se considera cada vez más representante de los lectores, debido al proceso que a todos, en algún nivel, nos vuelve emblemáticos de lo global. Falta poco para escuchar en las reuniones: «¡Qué global te viste!» o «De veras, no tenía idea de que fueras tan local».
Las industrias editoriales, por fuerza, tienden a integrarse a grandes holdings, y el gran mérito de las editoriales pequeñas es y será convertir su resistencia en una alternativa institucional.
Se unifican de modo constante las visiones educativas y se globaliza el proceso de la enseñanza superior. Eso no elimina las distancias históricas entre metrópolis y tercer mundo, pero sí las aclara y, por así decirlo, quebranta las nociones deterministas. Las carencias científicas y tecnológicas no describen mentalidad alguna, sino procesos del imperio, y la falta de proyectos y de posibilidades en las naciones sujetas a su hegemonía o, mejor, dependientes de sus ritos de pobreza.

- El universo de la imagen, la iconosfera, desplaza en la vida colectiva al universo del libro. Y a esta pérdida de centralidad me refiero en las notas siguientes.

- Se perfeccionan o, si se quiere, se vuelven casi inapelables procesos ya advertibles desde hace décadas; el primero, el avasallamiento de las industrias culturales de Norteamérica, que en materia de lectura imponen (proponer sería un verbo de enorme modestia) dos grandes zonas del consumo: los bestsellers (a tal punto identificados con los viajes, que si uno está en casa de cualquier modo se abrocha el cinturón de seguridad) y la literatura de autoayuda o superación personal.

- Internet obliga a un mucho mayor ejercicio de la lectura, así sea fragmentaria y opuesta a las prácticas antiguas de concentración, y también distribuye un cúmulo informativo desconocido y abrumador. Por ejemplo, lo que hoy los interesados en el mundo entero conocen sobre Leonardo da Vinci, el Opus Dei, los templarios, las sectas católicas, etcétera, se debe al éxito de El código Da Vinci, que remite a internet.

- El lector se considera cada vez más representante de los lectores, debido al proceso que a todos, en algún nivel, nos vuelve emblemáticos de lo global. Falta poco para escuchar en las reuniones: «¡Qué global te viste!» o «De veras, no tenía idea de que fueras tan local».
Las industrias editoriales, por fuerza, tienden a integrarse a grandes holdings, y el gran mérito de las editoriales pequeñas es y será convertir su resistencia en una alternativa institucional.

- Se unifican de modo constante las visiones educativas y se globaliza el proceso de la enseñanza superior. Eso no elimina las distancias históricas entre metrópolis y tercer mundo, pero sí las aclara y, por así decirlo, quebranta las nociones deterministas. Las carencias científicas y tecnológicas no describen mentalidad alguna, sino procesos del imperio, y la falta de proyectos y de posibilidades en las naciones sujetas a su hegemonía o, mejor, dependientes de sus ritos de pobreza.

- El universo de la imagen, la iconosfera, desplaza en la vida colectiva al universo del libro. Y a esta pérdida de centralidad me refiero en las notas siguientes.

Si desea leer más sobre el tema tratado por Carlos Monsiváis Aquí.

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